Dedicado a José Manuel Portela.
Habíamos quedado a las once de la noche en el obelisco con
un cubano y su hermana.
Puntuales llegamos.
Pero
mi amigo necesitaba ir al baño, así que le acompañamos. A la vuelta, estaban saliendo
justo del coche. Nos saludamos. Llovía. Caminamos.
La
oscuridad encima de nosotros y las luces de la calle Real a los lados.
Los
adoquines se morían de risa porque ellos no sentían la lluvia. Éstos brillaban como un prisma y nuestro calzado les salpicaba, callándolos. Debajo de un portal, un hombre tocando el
piano.
Pelo cano,
barba negra, chepa pronunciada y manos nervudas corriendo por las teclas. Ropa de circunstancia y cara
escondida.
Siempre la misma melodía: ‘'Piano man'' Antes, pianista de Rosendo, y proyectos grandes. Ahora, en la calle. Forma parte de la Real rúa y de la ciudad del faro
de Hércules; cerca de donde se termina la tierra, en el otro extremo de su
tierra de origen. Ahora, llueve.
Él, ahora mismo, mientras leéis esto, sigue tocando, a
pesar de todo. Su nombre, la canción que toca, que toca casi siempre.
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